Las hermanas Jacobs by Benjamin Black

Las hermanas Jacobs by Benjamin Black

autor:Benjamin Black [Black, Benjamin]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2023-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Tras acabarse los gin-tonics se dirigieron al vestíbulo, donde Quirke pidió a la recepcionista que llamara a un taxi.

—Llegará en un minuto —dijo ella.

Aguardaron sentados en sendas butacas a ambos lados de una mesa baja de caoba con un jarrón de desaliñadas rosas otoñales de color azafrán.

—Un minuto de Cork puede ser muy largo —comentó Molly.

Quirke miró las flores. Le pareció que hasta ese momento jamás se había fijado de verdad en las rosas.

Él y Molly intercambiaron sonrisas de complicidad. Estaban embarcándose en una aventura. Se sentían como niños y no les importaba. Era como hacer novillos en la escuela, pensó Quirke. Él había hecho novillos una vez, en St. Aidan, para verse con una chica. Un sábado por la tarde se fumó la clase de gimnasia, saltó la valla que había más allá del denso pinar de detrás de la cancha y caminó por la negra carretera, con el corazón al trote en su jaula, hasta el lugar de la cita.

¿Cómo se llamaba la chica? ¿Concepta? ¿Jacinta? Era de la ciudad y ya entonces, con quince años, tenía mala reputación. ¿Cómo se habían conocido? No lo recordaba. Fueron a la ciudad en el autobús y tomaron café en el salón del hotel Hunter’s Arms.

La muchacha había comprado, o birlado, una cajetilla de Player’s. Quirke se mostró reacio, pero, cuando ella empezó a fumar, tuvo que acompañarla. La camarera se acercó para preguntarles qué edad tenían y ellos respondieron que dieciocho. No les creyó y les dirigió una sonrisa socarrona antes de alejarse. Era a primera hora de la tarde y estaban solos en el salón.

En el camino de vuelta se detuvieron en una parada de autobús y, sentados en el banco, se besaron y manosearon torpemente por encima de la ropa.

¿Assumpta?

Tenía unas manitas delgadas que a Quirke le evocaron un murciélago, pero su boca era cálida y él notó que el corazón de la muchacha latía tan deprisa como el suyo.

El hermano que daba la clase de gimnasia no le había echado en falta y nadie le había delatado. Qué mayor se había sentido con el sabor de la chica y el sabor del humo del tabaco todavía en la boca. Aunque no volvió a ver a Concepta, Jacinta o Assumpta, no la había olvidado.

—¿En qué piensas? —le preguntó Molly.

—¿Qué?

—Estabas a kilómetros de distancia. —A ella no parecía importarle—. ¿En qué estabas pensando?

—En nada.

Llegó el taxi. Molly tenía razón: había sido un minuto muy largo. Se sentaron en el asiento de atrás. El taxista era un anciano enorme, demasiado grande para un coche tan pequeño. Se encorvaba sobre el volante como un ciervo prehistórico, con una colilla colgada del húmedo labio inferior.

—A Telas Jacobs —le dijo Molly, sin necesidad de indicar la dirección, antes de acomodarse al lado de Quirke.

Por un momento dio la impresión de que iba a cogerle la mano. Habría parecido perfectamente normal, pese a que ni siquiera se habían tocado todavía. «El primer contacto nunca es fácil», reflexionó Quirke.

Distinguía el contorno de las piernas de Molly bajo la falda.



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